domingo, 27 de julio de 2014

Alerta en la zona de confort.

Siempre me sentí un bicho raro, pero de los raros, raros. De nunca se me ha dado bien hacer nuevos amigos, a veces soy muy antipática y otras soy muy agradable pero sin embargo me cuesta demasiado coger confianza. Creo que por eso he sido una pardilla toda mi vida. "Cris no te conviene hablar con ellos", "Cris no te metas", "Cris no sabes cómo son", "Cris lo estás haciendo mal". Eso es todo lo que oigo cada vez que conozco gente nueva. ¿Cómo quieren que confíe en una persona cuando me están diciendo todo eso por detrás? Debo reconocer que en muchas ocasiones no se equivocaban y me he pegado de lleno con la realidad, pero me gusta idealizar todo, ver sólo las cosas buenas, y eso es malo. 

Lo que antes de pequeños llamábamos "jugar", no es lo mismo a estas edades. A mi edad "jugar" tiene una acepción malévola, maliciosa, perversa, vil, cruel. Y digamos que no soy partidaria de "jugar" a estas edades, porque está mal hacerlo con la gente que quieres (o dices querer) y que te quieren. 

Me sabe mal todo esto, jamás me he abierto a una persona tanto como con él, le he contado cosas que nunca conté a nadie, le hablé de todo esto, de mis pensamientos y mis preocupaciones, lo mejor es que él parece entenderme, escucharme (eso quiero creer a pesar de todo). ¿Mentir o decir la verdad? Obviamente prefiero la sinceridad, pero si lo que quieres es jugar, búscate otra persona, este bicho raro no está para hacerle más daño del que lleva ya.

Quiero creer, pero no sé si debo.
C.

miércoles, 23 de julio de 2014

Lo bueno y lo correcto.

¿Qué decisión se supone que tenemos que tomar a cada momento? ¿Lo bueno o lo correcto? ¿Lo que todo el mundo te aconseja o lo que tú quieres hacer? ¿Lo que debes hacer o lo que deberías hacer pero no harás? A ratos pienso que estoy metida en un laberinto sin salida. No hay más que puertas y puertas, unas detrás de otras. Todo es un camino de decisiones, unas más difíciles que otras, en ocasiones tan complicadas que intentas huir de elegir alguna posible opción. Hay veces que necesito pensar en otras personas para elegir bien, o al menos como yo creo que considero correcto, aunque no sea bueno para mí. Ahora empiezo a preguntarme si tenía razón cuando dije que el verano nos obligaba a ser felices a pesar de tener días malos.
C.

martes, 22 de julio de 2014

Calurosas tardes de verano.

Parece que llegado el verano los segundos tienen complejo de minutos. El tiempo pasa mucho más despacio que de costumbre, pero pasa. Parece como si, por regla general, el verano se hubiera proclamado el único período de tiempo donde todos podemos descansar, la gente viaja a la playa con la familia, otros nos quedamos en la ciudad con los amigos, otros siguen trabajando, aunque con un poco más de tranquilidad. El verano nos da horas para nosotros, para buscar algo o a alguien con lo que sentirnos bien y disfrutar. Los estudiantes acabamos otro año más de duro trabajo y dejamos los libros de texto por noches de fiesta con los amigos (algunos también leemos libros). Con la luz del Sol todo parece más bonito y agradable, más "despejado". Yo misma me doy cuenta de ello, cada vez que salgo a la calle veo a la gente feliz, creo que de alguna manera el verano nos afecta interiormente, como si nos obligara a no estar en ningún momento tristes y eso me gusta porque nos da la oportunidad de sonreír, aunque el día haya ido mal.