domingo, 28 de septiembre de 2014

Te hablaré por signos.

Soy la exclamación 
de cada éxito en la vida.
Soy la interrogación 
de todas mis dudas.
Soy los dos puntos
que enumeran un tú y yo.
Soy los números
que cuentan siempre contigo.
Soy el punto y seguido 
de todos los finales, 
porque cuando algo acaba 
siempre digo "¿Eso es todo?".
Soy el punto y a parte 
de cada lágrima, 
porque ni las decepciones merecen más renglón que éste.
Soy el punto y final 
de nada, 
porque un adiós, si se evita, mejor.
Soy los puntos suspensivos
de lo que pretendo decir...
pero no digo.
Soy todo eso, 
y puedo ser más.
C.

viernes, 12 de septiembre de 2014

El falso show de Truman.

¿Conocéis esa sensación de estar siendo calificada por alguien a todo momento? ¿Esa sensación de que alguien intenta manejarte y manipularte continuamente como si fueras una marioneta? ¿Esa sensación de que te pongan entre la espalda y la pared y forzarte a moverte aunque no puedas? 

Pues bien, así me siento yo de vez en cuando. Criticada por cada puto movimiento que hago, incluso por el que no hago. Críticas que caen del cielo como si lloviera a gusto de todos. Porque sí, todo el mundo critica. Unos más y otros menos pero parece que por fin el ser humano tiene algo en común, le encanta hablar, tanto de lo que le conviene como de lo que no le concierne. 

Paso de lo que se hable, de lo que se diga o de lo que se pueda pensar de mí y de lo que haga. Y aunque suene agresivo, incluso prepotente, paso hasta de la opinión de la gente que más me conoce si no la pido yo misma. Quiero aprender a equivocarme yo, quiero aprender a levantarme yo, quiero vivir mi vida yo. Sí, porque es mi vida, y no veo a absolutamente a nadie con derecho a entrometerse en ella y mucho menos manejarla a su antojo. Y aunque esta entrada pueda levantar muchas opiniones mas malas que buenas, tengo la necesidad de decirlo, porque desde mi punto de vista (obviamente) quiero aprender de errores y entender de razones.

C.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Soy sapiosexual.

Encantada.
Soy sapiosexual y lo que me pone de ti es tu inteligencia.
Me pone saber que tu mente es inquieta. Que te pongan las letras, la música, la ciencia, el arte. Que a nada estimulante le digas que no. Me pone tanto que me estimules. Que todo te cause curiosidad y que desarmes y rearmes todo; mis pensamientos, los tuyos. Me pone que cuestiones al mundo, que no des nada por sentado, que vulneres el orden, sedicioso, subversivo. Me pone que empujes tus límites y que empujes los míos, que me dejes sin aliento, que me dejes deseando más.
Me pone cuando sabes cosas que yo no sé, y me las explicas, y me haces cómplice. Me pone que tus ideas me penetren, que tus palabras me violenten. Que me transgredas y me atravieses entera, charlando. Me pone que sepas leerme. Que entiendas mi idioma. Que me pilles el humor, que me pilles la mirada. Que me retes y me invites a vivir en tu cabeza, y que me no me agotes mientras te busco, fulminante.  Me excita que sepas cómo encontrar mi epicentro.
Me pone que te pienses ignorante. Que creas que sabes poco y que te falta aún por saber.  Me pone que te conozcas tan bien que sepas entenderte, entenderme, y que siempre busques saber más. Que te comprometas con tus ideas y que no te de miedo cuestionarte o discutir: con los demás, contigo mismo. Me pone que te explores y que me explores a mí. Que sepas usar tu tiempo y que sepas cómo no perderlo. Me pone sentir que contigo me encuentro. Que contigo soy.
Me pone que no escuches a tus demonios, esos que te dicen que no eres lo suficientemente bueno. Me pone que te vuelvas temperamental, trabajólico, difícil, brillante. Porque sabes lo que quieres. Porque vas hacia lo que quieres. Porque vienes, si lo que quieres soy yo.
Fóllame el cerebro. El cuerpo luego seguirá. 

Quédate a dormir si quieres.

Os voy a contar una historia real, es la historia de dos conocidos. Por aquel entonces no eran del todo amigos, pero se caían en gracia. Se encontraban de tanto en cuando por medio de amigos en común, en locales, en la calle, en terrazas. No eran amigos, pero a los dos les brillaban un poco los ojos cuando se veían. Ese brillo, ya sabéis: sonrisa en la cara, un hola desde lejos, apartar al resto de la gente para saludarse los primeros, con la sonrisa casi dada de sí y la mano en la cintura del otro 2 segundos más de lo necesario.
Una noche de sábado, una de tantas, volvieron a encontrarse en un local, con muchos amigos en común esta vez, era el cumpleaños de uno de los dos y estaba de celebración aunque el otro no lo sabía. Mismo ritual, mismas sonrisas, mismos saludos con brillo en los ojos. Se observaban desde lejos pero ninguno decía nada, porque eran conocidos, sólo eso.
La noche pasó y cada uno regresó a su casa. Benditas redes sociales, a veces: el aviso del cumpleaños saltó en el ordenador del otro, y éste tardo sólo unos segundos en enviar un mensaje al cumpleañero: “Si lo hubiera sabido te habría felicitado como es debido esta noche”. Y esta fue la excusa perfecta para estirar aquellas sonrisas y aquellas ganas que nunca se atrevieron a confesar: “Si quieres te invito a una copa en casa, como amigos, y así te felicito.”
Y como amigo fue a su casa, y como amigo se tomó esa copa con él. Al final la copa resultó ser varias, y hablaron lo que no habían hablado hasta entonces, cada uno en su lado del sofá, mirándose a los ojos mientras hablaban pero sin atreverse a cruzar esa barrera invisible que hasta entonces les separaba. Cada uno de los dos moría de ganas por dentro, y se preguntaba sin saberlo si el otro también estaría muriendo. Creedme si os digo que se podía cortar el ambiente con un cuchillo entre ellos.
Y tras varias copas, mucho hablar y mucho sonreírse, aguantarse las ganas como si fueran prohibidas y haber alargado la noche hasta que no daba más de sí, le dijo: “Se ha hecho tarde, no hace falta que vuelvas a tu casa ahora, quédate a dormir si quieres.”
Y así fue. Los dos se fueron a dormir, cada uno en un lado de la cama, con las luces apagadas y los ojos cerrados. Y si les preguntáis por separado los dos jurarán que ninguno se movió de su sitio de la cama, y puede que así fuera, puede que fuese el mundo el que se movió a su alrededor, pero el caso es que cuando quisieron darse cuenta los dos ya notaban el aliento del otro en su cara, un aliento que olía a deseo y que cada vez estaba más cerca, tan cerca que sus narices se rozaron y tan sólo con ese roce sus pieles se erizaron y un pequeño suspiro se escapó de sus bocas, bocas que irremediablemente se juntaron y se fundieron en un beso con ansia, un beso con ganas, con muchas ganas. Y a partir de ese momento sí que os puedo asegurar que el mundo se movió y que la habitación giró y giró, que las paredes se desgarraron y que la cama dio la vuelta, que sus ganas fueron hechos y sus intenciones libres, que el protagonista fue el deseo y sus respiraciones un dueto, y que como estaba predestinado a ser, dejaron de ser sólo conocidos.
- weloversize.com

lunes, 1 de septiembre de 2014

Para ellos. Por ellos.

Me gustaría daros 
todo lo que tengo. 
Todo de lo que hago uso 
como de lo que prescindo. 
Todo aquello que 
tengo por vosotros. 
Me gustaría daros 
todo lo que sé que queréis. 
Todo aquello 
por lo que sé que estáis viviendo. 
Todos los caprichos 
que sé que sabríais apreciar más de lo necesario. 
Me gustaría recompensaros 
todo lo que hacéis día a día,
sin cansancio. 
Me gustaría deciros 
con las más absolutas
y claras palabras posibles,
gracias, gracias sí,
porque gracias a vosotros 
estoy y soy, 
y no me hace falta más,
con eso es suficiente,
con eso me basta. 
Algún día me gustaría recompensaros. 
Porque sé que ese día, 
ese día por fin seré feliz.


C.